ESCULTURA IBÉRICA

Arte ibero, periodo artístico que abarca desde el siglo VI hasta el siglo I a.C. y que se extiende por la vertiente mediterránea y el sur de la Peninsula ibérica. Iberia era el nombre con el que los antiguos griegos denominaban a la península Ibérica en general, y en particular, a la zona del Mediterráneo.

El arte ibero (distinto del celtíbero que se da en la mitad norte de España) es la síntesis de la tradición indígena, de la cultura de Tartessos, a la que quedaron incorporadas algunas aportaciones de las culturas prehistóricas del mediodía español y en la que influyó la llegada masiva de arte orientalizante a través de los pueblos fenicio,  y del arte griego y púnico que llegó a la Península Ibérica. El periodo de esplendor de la civilización y el arte iberos corresponde a los siglos V, IV y III a.

Utilizaron para sus esculturas tanto la piedra como el bronce y el barro.

Las piezas estaban en su mayoría policromadas como lo demuestran piezas como la Dama de Elche o relieves de Osuna. El escultor ibérico no trabajó el mármol utilizó la piedra del lugar como pudo ser la caliza.   Realizó obras tanto de bulto redondo como relieves. En general  evita el tamaño natural en sus obras y con más razón el gigantismo en las mismas. Sus esculturas mayores en piedra son, por lo común, algo menores  que lo real y con frecuencia diminutas. En las figuras de bronce como no conocían la fundición en hueco no alcanzaban una altura mayor de 30 cm. Las figuras de barro siempre son también pequeñas.

Otro rasgo que conviene destacar es que la escultura ibérica no parece que acostumbró a representar en ningún caso imágenes divinas pero si fue  un vehículo para la expresión de ideas religiosas, ya sean éstas de carácter cultural como actos de ofrenda, símbolos de gratitud por una merced recibida etc, o bien ideas de carácter funerario como las esfinges, grifos, toros, leones etc.

El área de expansión de esta escultura es  relativamente breve, limitándose al área meridional de la Península, al menos no sabemos todavía de escultura más al norte de la región valenciana, lo que nos invita a pensar que fue una manifestación propia sólo de los pueblos cultos del sur, herederos de lo que fue en su tiempo la cultura tartéssica. .

Respecto a la cronología va desde mediados del siglo VI hasta fines de la República y aún comienzos del Imperio.

Entre los centros productores de esculturas en piedra hoy conocidos destacan con mucho los del SE, pero los hay también en el mediodía. Dentro del primero sobresalen los centros del Cerro de los Santos y el de Elche.

En cuanto a las influencias que encontramos en la escultura ibérica son claras las orientalizantes que arrancan del arte tartéssico influido por los fenicios, a esta tendencia corresponde las arcaicas  piezas animalísticas encontradas en la Turdetania y el monumento de Pozo Moro   y a partir del S. VI a.C  un  fuerte  componente griego, con matices que pueden derivarse de influjos etruscos o cartaginenses, portadores a su vez de un lenguaje artístico helénico transformado. 

Además, hay que contar con la personalidad que le imprimieron las sociedades ibéricas. Así, por ejemplo, hay una ausencia de la proporción y armonía características del arte griego, no por falta de pericia, sino por una diferencia de mentalidades: para los íberos, era más importante el cuidado de los detalles que el conjunto.

Relieves de Pozo Moro

Son relieves en forma de frisos que se encontraron tallados en los sillares que conforman este monumento y que en ocasiones se hacen continuos a su alrededor. Pertenecen a la primera etapa de la escultura ibérica y se fechan hacia el 500 a.C. En ellos, se puede ver una clara influencia neohitita, así como en los leones que hay en las cuatro esquinas del monumento. Son importantísimos para el conocimiento de la iconografía y la mitología ibéricas, ya que representan escenas de divinidades, ritos relacionados con el más allá y figuras monstruosas. La técnica y las figuras resultan muy toscas.

La Esfinge de Agost (Alicante)

Esta esfinge es uno de los mejores ejemplos de hasta qué punto influyó el arte griego en el ibérico. Salvo algunas variantes, como la forma de disponer la cola, seguramente por imperativos del material empleado, se ajusta perfectamente a los prototipos griegos de mediados del s.VI. Seguramente tendría la misma función que en Grecia: servir de portador de las almas al más allá, por lo que estaría en una tumba.

La Bicha de Balazote

La denominada «Bicha de Balazote» es, en realidad, un toro androcéfalo que está tallado sobre un sillar de esquina, de manera similar que los leones de Pozo Moro, y que es una versión de las figuras fluviales de los griegos.

Debió estar destinado a un monumento funerario como expresión de la vida que se deseaba al difunto en el más allá, ya que el toro era símbolo de procreación y vida. Se fecha hacia la segunda mitad del siglo VI.

La Dama de Elche

Es un busto de mujer labrado en piedra caliza, tiene una pátina de color moreno en parte debido a la descomposición del enlucido policromo que la cubría y del que aún quedan restos del rojo acarminado en los labios, toca y manto. Mide 56 cm. , es decir, que corresponde poco más o menos al tamaño natural, cosa no frecuente en la escultura ibérica.

Llama la atención el rostro por su fuerte personalidad: nariz larga y delgada, boca cuidadosamente modelada, de labios finos, cerrados, herméticos, de mejillas enjutas que dejan destacados los pómulos. Su mirada parece abstraída en la contemplación vaga e inconsciente de algún objeto cercano, a ello contribuye la posición de los párpados superiores que caen pesadamente sobre los ojos, sus ojos tuvieron la pupila y el  iris postizo.

Una especie de tiara puntiaguda toca su cabeza que está montada sobre una armadura semejante a las peinetas que llevan las mujeres españolas. Dicha armadura se cubre con una mantilla que arranca de la frente y cuyos bordes están ornados de varios pliegues. Sobre esta mantilla se ciño una ancha diadema que sujeta la toca.

A ambos lados del rostro destacan dos grandes ruedas, quizás estuches metálicos de oro o plata que debían encerrar el cabello trenzado y enrollado en espiral. De la cara interna de la rueda colgaba un manojo de cordones largos y flexibles de los que penden anforillas.

El manto cubre la espalda y hombros y cruza por delante del busto plegándose en ángulos escalonados.. Lleva tres collares que penden escalonadamente sosteniendo una serie de piececillas colgantes, unas jparecen “bullas”, las demás anforillas. Sin duda sería todo de oro..

La investigación ha puesto en claro que la “Dama de Elche· es uno más entre muchos ejemplos similares y coetáneos hoy conocidos y oriundos de la misma región. Los hay de piedra, de bronce e incluso de barrro.

Hay dos particularidades que son hasta ahora únicas y privativas de la “Dama”, su forma en busto, que no era utilizado por los iberos y por eso se piensa que fue un fragmento reutilizado de una estatua entera. Pero que hoy no se acepta.  Actualmente se  considera que la “Dama” sería una imitación de otras piezas funerarias realizadas en terracota por cartagineses y griegos, como lo demuestran las piezas encontradas en una necrópolis cartaginesa de Ibiza.

La otra particularidad es una concavidad abierta en la espalda que se considera  actualmente que servía para  guardar las cenizas del cadáver.

Asi actualmente se considera a la Dama como una especie de recipiente cinerario, labrado para una dama ilustre que vivió de modo tradicional indígena, pero dentro de un ambiente romanizado calculando que se debió realizar entre el s.III a,C y comienzos del Imperio.

LA DAMA DE BAZA

La Dama ocupaba el centro de uno de los lados cortos de una tumba rectangular, tiene una cavidad profunda en  el lado derecho del cubo de  su trono, y se piensa que su destino era contener los restos incinerados de algún personaje.

La estatua representa una mujer joven sentada en un trono, en actitud frontal, rígida y solemne. Sus pies están separados, pero los dos en una misma línea: calzados con chapines y puestos sobre una almohadilla. Viste tres túnicas, visibles encima de los pies y un manto de lana, subido sobre la parte trasera y alta de la cabeza, y que cubre los hombros y brazos para caer luego a los lados de las piernas en sendos picos con pesas de plomo. Los brazos de la dama descansan en los del trono, pero las manos se apoyan en las rodillas.

Es de piedra caliza, revestida de yeso, policroma, está sentada en un trono e cuatro patas, las delanteras terminadas en garras leoninas, este tipo de mueble se encuentra ya en el arcaísmo griego.. La estatua es de tipo griego aunque el intenso sabor local de su indumentaria y de sus joyas es evidente.

Se sitúa en torno al siglo IV a. C.. Para muchos sería una diosa , otros consideran que representa a una sierva o esposa, y un último grupo piensa que es el sustituto del cuerpo del difunto.

Gran Dama del Cerro de los Santos

Está realizada en piedra arenisca y se realizó hacia el s. II en Montealegre del Castillo, en Albacete.

Se trata de un exvoto de gran tamaño que representa a una dama oferente, ataviada según la moda de las damas distinguidas de la sociedad ibérica, que sujeta en sus manos el vaso de ofrenda. Es muy hierática y sus formas son muy rígidas..

La figura bella y sugerente ha conservado la forma prismática del trozo de piedra en que se labró.